Por Laura L. Rossi
Muchas veces decimos "vamos a matar el tiempo", "no tengo tiempo", "se me pasó el tiempo"..., no nos damos cuenta, pero al fin del día, son más de las debidas las veces que utilizamos una oración donde mencionamos al tiempo.
En pocas palabras,decimos que somos esclavos del tiempo, el que no tenemos, el que perdemos, el que gozamos, ese que a veces se enlentece de una forma exasperante, o se apura tanto que no nos da tiempo a respirar, o sea, para muchas de nuestras acciones diarias, él, y sólo él, es el culpable de aquello que nos pasa.
Pero ¿hasta dónde el tiempo es el culpable?, somos nosotros los que quisimos fraccionar, embotellar y vender el tiempo, somos nosotros, quienes lo hemos esclavizado en el reloj.
Hemos asesinado al tiempo y destrozado la noche llenandola de luces artificiales al punto de querer hacer desaparecer ese maravilloso contraste entre la luz y la oscuridad.
Cuando el hombre inventó la hora, destruyó el tiempo, cuando comenzó a fraccionarla, fraccionó su propia vida.
Cuando el hombre encontró la forma de medir el tiempo, lo hizo con fines prácticos, necesitaba dividirlo en el tiempo de siembra y tiempo de cosecha, así nacieron las estaciones, cuándo es tiempo de lluvia, cuándo de frío y calor, así es que usó la Luna y luego el Sol para medirlo, pero como es incansable en sus búsquedas, una cosa trae la otra, y hoy, aquí estamos, midiendo el tiempo de mil maneras diferentes, para que no se nos escape la menor fracción de segundo que tenemos envasado en nuestros relojes. Pero no nos detenemos en esta búsqueda frenética de dominarlo, y buscamos la manera de viajar en el, al pasado y al futuro, de doblegar su cerviz hasta matarlo definitivamente.
Sin embargo, seguimos sosteniendo que somos esclavos del tiempo. Plauto (latino que vivió allá por 254-184 a.C), dijo algo sobre este tema, algo para pensar y meditar mucho, el nos lleva más de 2000 años de ventaja en esto de definir qué hicimos con el tiempo, así que aquí va, y yo diría: Plauto, con todo respeto, un maestro de su tiempo y del tiempo.
"¡Qué los dioses maldigan al primer hombre que descubrió
cómo señalar las horas! Y que maldigan también
a aquel que en este lugar erigió un reloj de sol
para cortar y despedazar de modo tan infame mis días
en pequeños trozos. Cuando yo era un niño,
mi vientre era mi reloj; más seguro,
más fiel y más exacto que cualquier otro.
Este reloj me decía cuándo era hora
de ir a cenar, cuándo yo debía comer.
Pero en nuestros días, aunque yo tenga hambre
no puedo comer hasta que el sol no lo permite.
¡La mayoría de los ciudadanos vagan por las calles
doblados de hambre!
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