Autor: Antonio Parra *

A veces, Dios se deja entender claramente. Como una voz interior: un pensamiento que inmediatamente se reconoce como captado, no producido. La primera vez que tuve una experiencia de ese estilo me dirigía en autobús a casa de un conocido. Según me había explicado, su padre utilizaba pistolas para colocar remaches de aluminio. Pensé que una herramienta así me sería útil para el bricolaje astronómico que planeaba hacer, y le pedí que me lo presentara. Quedamos de acuerdo en que les haría una visita.
Tomé el autobús pensando en mis proyectos y, al sentarme, se me ocurrió:
- No pienses que vas sólo a por la pistola. Vas para algo más importante.
-¿?
Me puse a leer.
Fueron muy amables conmigo: me invitaron a tomar algo. ¡Incluso me regalaron una remachadora!
Pero entre ellos no fueron tan amables...
Mi visita debió ser una especie de tregua en la guerra.
Los nervios estaban a flor de piel. Por una nimiedad, que no fui capaz de captar, se produjo un intenso intercambio de reproches, como un tiroteo. Me sorprendió que discutieran de aquella manera ante un desconocido.
Llegó el momento de despedirse, y mi amigo se ofreció a acompañarme a la parada del autobús.
Por el camino, le comenté:
-Parece que tus padres no se entienden demasiado bien...
- No- contestó.
Bajó algo la cabeza y, en voz más baja, añadió: -Piensan separarse.
-Me he fijado que, cuando tus padres discutían, tú tampoco te has callado... Tu actitud no les ayuda nada... Si alguien puede hacer algo por unirlos, eres tú.
Se quedó paralizado. Yo también me detuve, y me volví hacia él. Nunca había visto a nadie así: la cabeza gacha, los ojos entrecerrados, intensamente concentrado, como fulminado.
Apretó los labios. Golpeó la palma de la mano con el puño y dijo, varias veces:
-¡Tengo que cambiar!
Llegamos a la parada del autobús. Nos despedimos.
Miré la caja que tenía entre las manos, y entonces caí en la cuenta de que, sin proponérmelo, había hecho "algo más importante" que conseguir una pistola remachadora.
El armatoste que tenía proyectado -una montura ecuatorial para un telescopio de tipo Newton- no se llegó a construir nunca. Me falló el socio que tenía que aportar los espejos. Utilicé la pistola para poner dos remaches en un mecanismo de relojería para astrofotografía, y la regalé.
Cambié de domicilio y no les he vuelto a ver, ni he sabido nada de ellos. Dios lo sabe.
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