El translado del equipo al camping “Arco Iris” el viernes 30 de Septiembre, tres días antes del eclipse con el fin de poner los telescopios en estación y ajustar el enfoque de las cámaras con antelación suficiente, fue una tarea laboriosa mental y físicamente. Mentalmente porque era importante no olvidarse de accesorio alguno al embarcar todo el equipamiento en la caravana. Físicamente, porque situar la caravana en la parcela más alta y soleada del camping, de modo que dejara sitio para emplazar el instrumental de observación, requería esfuerzo tractor humano, ya que el automóvil no resultaba apto para ello sin invadir los parterres y trillar lo que quedaba de los setos después de siete meses de sequía pertinaz.
Foto 1. La Estación “Arco Iris” en pleno funcionamiento.
Pero lo peor era que allí solamente estaba quien escribe este relato. Los restantes expedicionarios no disponían de tantos días de vacaciones para dedicarle tres o cuatro al eclipse y vendrían a partir del domingo por la noche, “a mesa puesta y cama hecha”. Así que, manos a la obra, a empujar a mano los 750 Kg que pesa (en vacío) y a situar el vehículo en el lugar conveniente y con la orientación adecuada, a 36º a la sombra.
Mientras resoplaba propulsando el terco vehículo que se negaba a remontar el repecho de entrada a la parcela, noté que algunos campistas contemplaban con mirada socarrona cómo lo colocaba en la parte exterior de la misma, mirando al Sol, en vez de ponerlo de espaldas como todo el mundo. “Este tío no sabe el calor que va a pasar ahí donde se está poniendo”. Al fin, cuando yacía exangüe sobre la lanza de la caravana, aparecieron como por ensalmo un grupo de chicos y chicas jóvenes, que amables y sonrientes me ayudaron a encaramarla en su sitio. El grupo de mozalbetes montó dos tiendas en una parcela umbría no demasiado cercana, donde me hubiera instalado yo si no hubiera sido por el eclipse. ¡Maravilloso!, con unos vecinos así, muy ruidosos, no había peligro de que alguien se aposentara en la parcela situada delante de la que yo elegí y nos obstaculizara la visibilidad.
A última hora de la mañana monté en un trípode robusto los prismáticos de 20x70 provistos de filtros mylar de Thousand Oaks, para comprobar si el Sol mostraba alguna mancha. No vi mancha alguna. Luego, tratando de recompensar a aquellos jóvenes por la ayuda que me habían prestado, les pregunté a si pensaban ver el eclipse. Me contestaron que lo observarían desde su Instituto y que allí les proporcionarían gafas especiales para eclipses. Yo les mostré cómo son las gafas adecuadas y luego les ofrecí los prismáticos para que vieran el Sol con los 20 aumentos. “¡Cómo mola, cómo mola!”
El resto de la tarde lo empleé en acampar. Una caravana necesita que la mimen. Si no se la coloca escrupulosamente horizontal, los lavabos no desaguan por completo y uno se va golpeando constantemente con las puertas del armario y del aseo. Además de suministrarle agua (traída en garrafas a lomos de uno mismo) y luz, ha de disponer de un depósito de desagüe y de una bolsa de basura. Finalmente hay que desplegar todo el ajuar de sillas y mesas en las que desarrollar las actividades que deben realizarse al aire libre.
Sólo por la noche, cuando ya no había curiosos husmeando alrededor, me aventuré a sacar las monturas, una Vixen Great Polaris y una EQ6, para ponerlas en estación con la Estrella Polar. No fue fácil. El maldito resplandor de Madrid desvanecía todas las estrellas de magnitud inferior a la segunda. A penas se veían las cinco de Casiopea. Pero las siete de la Osa Mayor, situada en el tránsito inferior, sirvieron para localizarla fácilmente. Una hora más tarde, cuando la temperatura había bajado estrepitosamente a 14º, ya estaba en la cama.
A la mañana del día siguiente, sábado 1 de Octubre, comencé a instalar los telescopios, un refractor de 15 cm f/8 auxiliado por un guía fotográfico de 8 cm, también refractor, en la montura Vixen. Y un reflector newtoniano de 20 cm f/7,2, acompañado por un guía Maksutov-Cassegrain de 9 cm f/13, sobre la montura EQ6. ¡Ajá, me pillaron! Al volverme de sujetar el pasador de la segunda montura tropecé con dos empleados del camping, un marroquí y un ucraniano, que me miraban boquiabiertos. ¿Qué era todo aquello? ¿Qué pensaba hacer? “El lunes va a haber un eclipse. Eclipse, eclipse ...”.

Foto 2.- Instalación de los telescopios en la estación “Arco Iris”.
Pero el secreto estaba roto. Aquella tarde, mientras comprobaba el seguimiento del Sol con los dos montajes, vi subir grupitos de campistas en romería hasta mi atalaya. “¡Uf, con esos aparatos sí que verá usted bien el eclipse!”. Una dama muy sagaz me espetó con la extrañeza reflejada en la cara: “Pero esos aparatos sirven para ver por la noche, no de día”. Cuando terminé de convencer a aquella buena dama de que los eclipses de Sol solamente se ven de día y de que merece la pena observarlos con telescopios hechos para ver por la noche, pude comprobar que el seguimiento del refractor era satisfactorio, pero no así el del reflector. Tras unas cuantas “correcciones sobre la marcha” me retiré a descansar, pues no tenía sentido observar el cielo nocturno tan cerca de Madrid. Así que dejé los filtros solares instalados en todos los telescopios, guías y buscadores incluidos, para continuar con el Sol al día siguiente.
El domingo día 2, cuando después de desayunar me disponía a instalar las cámaras y proceder al enfoque de la Canon Eos 300D (en el telescopio reflector de 20 cm) y una webcam Philips TouCam Pro (en el Maksutov-Cassegrain de 9 cm) descubrí con desolación porqué fallaba el seguimiento de la montura EQ6. El ajuste polar había sido bueno, pero al cargarla con el contrapeso (23 Kg) y con el telescopio, la pata Norte del trípode se había hundido en la arena. Y este error, que sólo debía afectar a la elevación, se había propagado al acimut, debido a mi “corrección sobre la marcha”.
El problema era grave por una razón principal: el marco fotográfico de la cámara Canon Eos 300D es menor que un clisé de 35 mm, por lo que una imagen del mismo telescopio parece 1,6 veces mayor en la cámara digital que en una de 35 mm. El efecto es equivalente a multiplicar la focal del telescopio por 1,6, de modo que el reflector de 1455 mm produciría una imagen del mismo tamaño que uno de 2328 mm sobre película de 35 mm. En suma, como una imagen del Sol de 21 mm sobre un clisé de 24x36. ¡Sobra 1,5 mm a cada lado! Por tanto, el seguimiento tendría que ser muy bueno para que la imagen del Sol no se saliera del marco durante 2 horas y 43 minutos. ¡Y el eclipse ocurriría al día siguiente!

Foto 3. El tamaño del disco solar en la cámara Canon Eos 300D.
La solución fue esperar a que el Sol cruzara el meridiano del observatorio para fijar el acimut de la montura, de modo que los ajustes de elevación desplazaran la imagen del Sol por el retículo del ocular, colocado en el plano de dicho meridiano. Y entonces, ajustar la elevación hasta anular la deriva en declinación del Sol. Finalmente, a media tarde el seguimiento de la montura EQ6 era bastante bueno. Pero las cámaras digitales seguían sin enfocar. Habría que hacerlo al día siguiente, en el intervalo de hora y media que mediaba desde la salida del Sol (06:13) hasta el comienzo del eclipse (07:39).
Esa noche llegó al camping Fernando Rodríguez con una amiga belga a quien me presentó con el nombre de Nas. Aunque nunca había trabajado en astronomía, Nas demostró ser una compañera excelente. Además de estar siempre dispuesta a ayudar en cuanto hiciera falta, todo le interesaba. Al principio se encargó del reportaje fotográfico al que pertenecen las fotografías no astronómicas que exponemos, pero más tarde, cuando se consumieron las baterías de su cámara, aprendió la técnica para impresionar dos imágenes del eclipse sobre un mismo negativo con una cámara Canon que teníamos acoplada a un teleobjetivo de 600 mm. Tales fotos, que se espaciaron con un intervalo de 5 minutos, son las que constituyen la Fotografía 1 de nuestra Galería, titulada Panorámica del Eclipse.
Esta técnica consiste en comprimir el muelle del obturador, para que pueda disparar otra vez, pero sin arrastrar la película al mismo tiempo. Para ello es preciso desembragar la rueda dentada que ejerce la tracción, pulsando el mismo botón que permite rebobinar la película cuando ha sido expuesta completamente. Y ello ha de hacerse, a la vez que se gira la palanca de avance para comprimir el muelle. Como esta operación suele tensar la película y hacerla avanzar algunos milímetros, se la debe tensar previamente, mediante la palanca de rebobinar. Luego, bloqueando esta misma palanca con una mano, ha de oprimirse el botón de desembrague de la película y girar la palanca de avance a tope con la otra mano. ¡Y todo ello sin desorientar la cámara! Además, conviene disponer de una señal que indique si la última fotografía que se expuso era la primera o la segunda sobre el clisé. Nosotros utilizamos una pinza de tender la ropa sujeta a la izquierda o a la derecha del contrapeso.
El día 3 de Octubre nos levantamos antes de la salida del Sol. Temperatura en el interior de la caravana era de 12º, en el exterior ... ¡de 4º! Brrr. Sin lavarnos ni desayunar nos precipitamos sobre los telescopios, retiramos la lona que los cubre y los orientamos al punto del horizonte que por su enrojecimiento anunciaba el lugar por donde saldrá el Sol.

Foto 4. Enfoque de la cámara Canon Eos 300D en el telescopio reflector.

Foto 5. Enfoque de la cámara Canon FT en el telescopio refractor.
Mientras nos hallábamos enfrascados en la labor de enfoque, llegaron puntualmente Carmen Domenech y Pedro González, quienes montaron en un abrir y cerrar de ojos su telescopio Sky Watcher con montura dobsoniana, provisto de filtros y cámaras. Además de fotos telescópicas, se proponían realizar una toma con una cámara de video configurada con el zoom al máximo poder.
Foto 6. Se incorpora un reflector dobsoniano a la estación “Arco Iris”.
Por nuestra parte y sabido que el Sol no presentaba manchas importantes, decidimos utilizar la webcam para cronometrar los tiempos de los contactos con un segundo de precisión. Para ello, pensábamos lanzar un millar de exposiciones de un segundo, alrededor de cada punto y obtener la hora del fichero de imagen. Previamente habíamos sincronizado todos los relojes (incluidos los del ordenador y la cámara Canon Eos) y un cronómetro, con la Hora Universal, por medio del receptor GPS.

Foto 7. Enfoque de la webcam TouCam Pro en el telescopio Maksutov.

Foto 8. Imagen del Sol con la webcam Philips TouCam Pro.
El cuarto telescopio, el refractor de 8 cm que servía de guía fotográfico al refractor de 15 cm quedó para observar el eclipse visualmente, así como los prismáticos de 20x70.

Foto 9. La observación visual no debe menospreciarse.
Los preparativos concluyeron hacia las 07:20, cuando el Sol se elevó por encima de un árbol que obstaculizaba la visión del telescopio refractor, pero ese detalle ya era conocido desde los días anteriores. El día amaneció espléndido (si uno no tenía nada plantado) y ningún obstáculo nos impediría observar el eclipse en su integridad. Sólo el frío, pues la temperatura al alba apenas rebasaba los 10º, nos molestaba, sobre todo porque con baja elevación, nos encontrábamos a la sombra de los árboles. Hacia las 07:15 desde el telescopio reflector ya había buena visibilidad y ello nos permitió orientar la webcam a la zona NO del limbo solar, por donde esperábamos que llegara la Luna.

Foto 10. Reorientación de la webcam para apuntar al limbo NO.
A las 07:30 se oyó la voz de Pedro, quien muy ufano de sus efemérides cantó: “¡Diez minutos para el primer contacto!”. Rápidamente se comprueba el seguimiento de los telescopios: “Excelente”, dice Fernando y ahora el ufano soy yo: “¿Podría ser de otra manera?”.
A pesar de haber llegado más tarde, Pedro y Carmen tienen ya su telescopio y sus cámaras a punto. Como la luminosidad del Sol es tan alta, incluso con un filtro mylar colocado delante del objetivo se puede hacer fotos con un telescopio sin seguimiento.

Foto 11. Últimos retoques al reflector dobsoniano. Se instala un filtro solar en el buscador.
Las 07:35. Pedro insiste con seguridad apabullante: “¡Cinco minutos para que empiece el eclipse!”. A partir de ahora hay que vigilar para descubrir al furtivo disco lunar arañando el disco solar y comprobar si las razones Pedro para estar tan seguro son de ley. A esa hora decidimos arrancar la grabadora de voz que registrará todas nuestras actividades.

Foto 12. La estación “Arco Iris” lista para entrar en acción.
Según mi programa queda menos tiempo. Por tanto, decidimos empezar la secuencia fotográfica, una foto cada 15 segundos con la cámara Canon Eos y una cada 5 minutos con las otras dos. Para ello utilizamos el cronómetro del laboratorio fotográfico, en cuya memoria guardamos 5 minutos y activamos la cuenta atrás cada vez que efectuamos una exposición.
Pero al ir a iniciar la secuencia de 1000 fotos en la webcam ... ¡ha perdido el Sol! Sin embargo, el telescopio reflector lo sigue perfectamente ... ¿qué ha ocurrido? Un rápido examen revela que el mecanismo de orientación (Witty 1) que la sujeta al telescopio tiene holgura suficiente para desviarla y con el movimiento de arrastre de la montura, la holgura ha permitido que se desvíe. ¿Qué hacer ahora? ¿Ponerse a buscar el Sol y el limbo a escasos minutos del primer contacto? Decidimos olvidarnos de la webcam y cerrar el programa K3CCD para que no pueda colgar al ordenador. ¿Quién será el primero en ver el disco lunar?
Foto 13. El Witty 1 está diseñado para soportar una cámara, no un telescopio.
En esto ha aparecido en escena una pareja de observadores portando un telescopio ETX, Ana Cabrero y Pelayo Fernández. Dudan dónde colocarse y les señalamos la parcela situada delante de nosotros, pero algo a la derecha, para que no nos estorbemos unos a otros. Rápidamente se instalan y despliegan su material científico que incluye un termómetro hembra (supongo que era así, porque que nunca se puso de acuerdo en cuestiones de temperatura con el nuestro, que creo que es macho). A las 07:38 el nuestro registra 14,5º al Sol y 12,5º a la sombra (como tiene dos sondas que muchas veces tampoco se ponen de acuerdo, puede que realmente sea un termómetro hermafrodita).

Foto 14. La estación “Arco Iris” crece en efectivos. Pelayo Fernández prepara su ETX.
A las 07:40: 45 Fernando grita ¡¡¡Ya lo veo en el reflector!!! La foto en la que lo ha visto corresponde a las 07:40:26, por lo que el primer contacto hubo de suceder algo antes. ¡Diablo de Pedro! También se aprecia el mordisco lunar con los prismáticos.

Foto 15. ¡Ya veo el primer contacto!, ¡Y yo!, ¡Y yo! ...
A partir de este momento comienza la febril actividad. Aunque la cámara Canon Eos trabaja de modo automático gobernada por el ordenador, es preciso vigilar el seguimiento para que no se escape el Sol del encuadre. Por otro lado, cada cinco minutos (diríase 5 segundos) suena el avisador del cronómetro ordenando fotos químicas. Y de vez en cuando, hay que aprovechar para echar un vistazo por los prismáticos, o por el refractor de 8 cm.

Foto 16. Comienza la febril actividad, ..., con el estómago vacío.
En su telescopio dobsoniano, Pedro y Carmen comienzan también su secuencia fotográfica, pero su idea es además tomar fotos sin telescopio y con una cámara de video. Afortunadamente, la temperatura ha subido hasta 17,3 al Sol y 13,3 a la sombra, aunque el termómetro de Pelayo discrepa en seis grados por encima.

Foto 17. Una toalla para obscurecer la visibilidad del Sol tras el filtro de mylar.
Por desgracia, la cámara de video resultó completamente inútil para registrar este evento. No hubo manera de obtener imágenes ni colocándole un filtro de mylar. Quedó claro que hubiera hecho falta un objetivo de mayor tamaño. O acoplarla a un telescopio en montaje afocal.

Foto 18. Intento de registrar el eclipse en video.
Carmen utilizó una cámara sencilla y un teleobjetivo modesto, bien que sin grandes esperanzas de obtener fotografías. Sin embargo, su intervención en el eclipse fue crucial para nosotros. En efecto, cuando entre foto y foto paseaba por la estación “Arco Iris”, hacia las 08:36 descubrió ...

Foto 19. Fotografía del eclipse sin telescopio ni seguimiento.
... Que en la pantalla del ordenador que controlaba la cámara Canon Eos había un mensaje de error. Al leerlo descubrimos que ¡el lapso de 30 minutos de inactividad manual había llevado al sistema operativo al modo de hibernación! y el programa de la cámara se había quejado un momento antes. A mí se me había olvidado que en un portátil es preciso desactivar el gestor de energía. El tiempo perdido no era mucho, 5 minutos, pero mientras averiguábamos qué pasaba, discutíamos qué hacer, tratábamos de arrancar el programa de la cámara y, finalmente, todo el ordenador transcurrieron otros 4 minutos. Total, 9 minutos y 10 segundos de pérdida que, para nuestro pesar, se notan en el video por el salto que da la imagen a las 08:31:26 hasta las 08:40:36.

Foto 20. ¿Qué hacer? ¿Re-arrancar el programa de Canon o el ordenador?
Finalmente, a las 08:40:36 la cámara Canon Eos re-emprendía su tarea. Una vez vuelta la normalidad, desactivamos el gestor de energía para que NUNCA pasara al modo de hibernación, ... aunque ¡a buenas horas, mangas verdes!

Foto 21. De vuelta a la normalidad, la secuencia de imágenes digitales continúa.
A medida que progresaba el eclipse, la luz ambiente iba ganando en tono azulado, al tiempo que la temperatura descendía. Alas 08:55:28 tuvo lugar el segundo contacto. Ahora, que comenzaba la anularidad, no dejábamos solos a los telescopios ni un momento. Afortunadamente el seguimiento era muy bueno y casi no necesitó correcciones, por lo que no se perdieron más fotos ni imágenes. ¡Que bonita visión la de la Luna cruzando el disco solar! Habría que esperar más de 200 años para que se repitiera.

Foto 22. Condenados a estrecha vigilancia tras el devaneo del ordenador, los telescopios no fallaron.
El centro de la anularidad y se produjo a las 08:57:43, para arrobamiento de cuantos estábamos allí. ¡Qué maravilloso anillo dorado se vio en el cielo. Como nosotros no estábamos situados perfectamente en el medio de la anularidad, el descentramiento era pequeño, pero perceptible. También era perceptible el bajón de la temperatura, 3 grados según el termómetro de Pelayo y 6 según el nuestro.
Foto 23. Predicción frente a realidad.
El tercer contacto tuvo lugar a las 08:59:34. Nuestro Tríptico de la Anularidad recoge estos tres instantes, aunque la foto del tercer contacto se tomó a las 05:59:43 debido a que la secuencia fotográfica realizaba una exposición cada 15 segundos. Por tanto, el trabajo de vigilancia era intenso. A ello hay que añadir las fotos químicas del refractor y del teleobjetivo.

Foto 24. Las fotos dobles con el teleobjetivo de 600 mm requerían mucha atención.
A partir del fin de la anularidad el Sol comenzó a recobrar su fuerza. La temperatura, que había descendido hasta 11º según el termómetro de Pelayo, comenzó a recuperarse.

Foto 25. El tercer contacto marcó el momento de relajación para todos.
Para detectar el cuarto contacto, Pedro decidió efectuar una secuencia rápida de fotografías por proyección de ocular. Esperaba detectar la presencia del disco lunar hasta casi dicho momento, por medio del poder ampliador de este procedimiento. La secuencia es la del Último Contacto que hemos expuesto al final de la Galería de Imágenes.

Foto 26. Pedro selecciona el ocular para la fotografía por proyección.
Cuando menos nos lo esperábamos, Nas, nuestro ángel de la guarda, surge de la negrura del interior de la caravana portando en sus aterciopeladas manos una bandeja repleta de accesorios para el desayuno. Canturrea una melodía que a nosotros nos suena a marcha nupcial: “Voici le café!!”. ¡Café! ¡¡Y galletas!! ¡¡¡Y zumo de naranja!!! ¿Qué más podría desear uno? Algo más tarde, los estómagos dejan de hacernos ruido.

Foto 27. Irremediablemente, alguien tenía que derramar el café.

Foto 28. Agotadas las pilas de su cámara y el café de la caravana, Nas se toma un bien merecido descanso, mientras contempla el eclipse sous le soleil de l’Espagne.
Mientras nosotros trabajábamos en el camping “Arco Iris”, el Club de Astronomía de Villafranca efectuaba sus observaciones desde esa Estación Espacial. Daniel de Pablo obtuvo estas dos curiosas imágenes durante los momentos de parcialidad del eclipse.
Fotos 29 y 30. La luz del Sol eclipsado, tamizada por las hojas de los árboles produce docenas de imágenes del eclipse.
Y también, desde casa, Rosa Mary, mi esposa, obtuvo una imagen parecida mientras desayunaba en la terraza con el eclipse servido en el cielo.

Foto 31. El mismo efecto de cámara obscura, pero bajo un árbol menos frondoso.
También se ocuparon del eclipse los medios de comunicación españoles. En particular la televisión se desgañitó anunciando la vistosidad del fenómeno “astrológico” y la reunión de “astrólogos” de todo el mundo que tenía lugar en El Escorial. Realmente se trataba de una conferencia de miembros del ADASS (Astronomical Data Analysis Software and Systems).

Foto 32. La televisión mete la pata, como siempre que se trata de astronomía.
El último contacto tuvo lugar, según nuestras observaciones, a las 10:23. Como siempre que se acaba un eclipse, todos hicimos el firme propósito de volver a reunirnos en Marzo del año que viene en el Níger, para observar el eclipse total de Sol.
Amablemente, Pelayo nos hizo llegar una copia de sus registros de la temperatura. Dado que su termómetro era mucho más caro que el nuestro, preferimos aceptar sus datos y descartar los nuestros. Están contenidos en la Tabla XIV.
